jueves, 21 de enero de 2010

La escalera de sol

LA ESCALERA DEL SOL (Cuento de género fantástico)

Un espeso manto de incertidumbre coronaba la cima de la afilada montaña; pues los Raznars no podían ver el camino mientras ascendían, a causa de la espesa niebla que se extendía sobre el pico de aguja. Si daban un paso en falso quedaban expuestos a caer al vacío en cualquier instante, a pesar de ello proseguían anhelando llegar a la cumbre. Pero su objetivo no era llegar, sino encontrar en ella la escalera del sol.

Los Raznars eran los seres más veloces que han existido nunca sobre la faz de la tierra y fuera de ella. Corrían a una velocidad superior a la del relámpago al caer; por ese motivo servían en la corte del Rey Nars, el último monarca de los Reinos del Sol, que los acogió como sus leales súbditos y les proporcionaba alimento a cambio de la tarea que desempeñaban.

Aquellos seres ojerosos y escuálidos de piel grisácea, cuerpo humano, rabo de rata y cabeza prominente, huían ahora de los Ureks, poderosos magos oscuros que estaban al servicio de Urk, (monarca de los Reinos Luna).La magia de los Ureks era más oscura incluso que sus propios pensamientos.

Los Raznars se dedicaban a espiar al Rey Urk. Antes de cada batalla que se libraba entre guerreros de los Reinos de la Luna y del Sol, se ocupaban de estudiar los planes y movimientos que los guerreros Ureks realizarían. Después de espiarlos, partían a toda velocidad a informar a Nars, que siempre vencía en todas las batallas porque ya conocía previamente cuáles eran sus intenciones, e ideaba soluciones inteligentes para hacerlos caer en plena guerra.

Pero ahora el destino de Nars y de los Raznars se había vuelto en su contra. Los magos Ureks habían descubierto a Lugnar Puhg, el más joven de los Raznars mientras se dirigía al Palacio de los Reinos del Sol a informar a su Rey, y se encontraban en aquella cumbre de la montaña perseguiendo al resto de los Raznars, que buscaban la escalera de Sol que conducía al Palacio del Rey Nars, ubicado en uno de los puntos más altos del Universo. Ese era el único lugar al que los Ureks no podían acceder.

La intensa niebla provocó que Lughnar Puhg aquel día no encontrara la escalera que conducía al palacio, y por desgracia fue atrapado por los Ureks que lo seguían. El raznar fue sometido a las más crueles torturas hasta que se vio obligado a desvelar en qué lugar de aquella montaña moraban sus compañeros, los Raznar. Lughnar explicó que vivían en el poblado de Turken, cuyo acceso se ocultaba bajo una piedra con una espiral marcada sobre ella.

A pesar de que Lugnar desveló su escondite, los Ureks no le perdonaron la vida. Lo ahogaron en las aguas del foso del Palacio de la Luna. Se contaba que estos magos oscuros no tenían corazón, se lo habían ofrecido a los Dioses del Inframundo como sacrificio,  a cambio de que les otorgara todo el poder que poseían.
Después de que los Ureks atacasen el poblado Raznar, sus gentes corrían despavoridas y muchos de ellos ascendían hacia la cima con la esperanza de alcanzar la escalera de sol y refugiarse en el Palacio de Nars. La mayoría de las gentes perecieron a manos de Ureks. Finalmente solo quedaron cuatro Raznars con vida. El más anciano de ellos dio un paso en falso y cayó al vacío. Los demás, al verlo caer se miraron entristecidos, pero no pudieron pararse ya que los Ureks estaban demasiado cerca. La niebla les impedía hacer uso de su magia porque a pesar de que escuchaban sus pasos y seguían sus huellas apenas podían distinguirlos. Así fue como los tres Raznar llegaron al fin a la escalera de sol, donde tres hechiceras impedían el paso a todo aquel que no fuese un Raznar, proyectando sobre el un poderoso destello de luz que cegaba.

Los Raznars permanecieron ocultos durante miles de años bajo la acogida del Rey Nars en el Palacio del Sol, donde las magas cuidaron de ellos. Pasado el tiempo, los Dioses Iskai, dueños y señores del Inframundo a los que los Ureks habían vendido sus almas y sus corazones, los destruyeron. Los Raznars regresaron a su poblado en el bosque de Turken y lo reconstruyeron. Allí, continuaron protegiendo la montaña y al Rey Nars. Compusieron bellas estrofas en honor a Lughnar y su raza floreció de nuevo.

2 comentarios:

  1. Un relato emocionante que te transporta al lado de los perseguidos Raznars. Enhorabuena, Cristina.

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